Hay una falacia que veo muy seguido en todos lados: se alaba a las personas, empresas, instituciones o países que están en los primeros puestos de la métrica que sea que se está evaluando, sin importar tanto cómo fue que se llegó a ese lugar. Solo se considera el puesto alcanzado, y sin demasiado análisis.
A la hora de hacer una valoración objetiva de cualquier cosa que pueda calificarse, el cómo se logró es tanto o más importante que el cuánto. Valorar el objetivo cumplido sin contrastarlo con el método y costos empleados en alcanzarlo es estar de acuerdo con que el fin justifica los medios, que es algo que está causando mucho daño en todo el mundo.
Un desprendimiento de esta subjetiva forma de evaluar es que se continua aplaudiendo a los que mantienen esos primeros puestos, evitando discutir qué tipo y cantidad de privilegios y recursos poseen para conservar el liderazgo. Que un multimillonario siga siéndolo tiene realmente poco mérito; su mérito original, si es que podemos comprobar que lo merece, fue llegar a millonario desde un punto de partida desventajoso. Una vez enriquecido lo suficiente, es tremendamente sencillo continuar siendo rico; el sistema en el que vivimos está hecho con esa finalidad.
Considero que habría que guardar las idolatrías para casos muy puntuales y realmente meritorios, en vez de ir por la vida coronando infinidad de reyes de alguna cosa.